domingo, 5 de marzo de 2017

Las relaciones entre China, Estados Unidos y Taiwán.


En aras de revitalizar un poco nuestro blog, en Manos Fuera de China hemos decidido traducir a texto algunos de los vídeos explicativos de Emmanuel Lincot, excelente sinólogo francés, miembro del think tank de análisis político-estratégicos francés Stratpol, por su interés y su brevedad. Este primer vídeo, con fecha del 13 de enero de 2017, versará sobre las relaciones entre la República Popular China, Taiwán (República de China) y los Estados Unidos, un asunto que sin duda alguna va a dar de hablar de sí en la prensa en estos próximos años de mandato Trump que vamos a vivir. Adjuntamos el vídeo de Lincot para quien sepa francés, porque la verdad es que es un francés muy claro y fácilmente comprensible 

Por Emmanuel Lincot

Las relaciones entre China, Estados Unidos y Taiwán son relaciones complicadas, sobre todo a causa del que se va convertir en el próximo presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, que será investido el 20 de enero, y que el pasado 2 de diciembre [NdT -- del año 2016] hizo saber que había tenido una conversación telefónica con la presidenta de Taiwán, Tsai In-wen. 

Evidentemente, todo ello no ha sido espontáneo. Ha sido algo preparado y reflexionado durante tiempo. De hecho, el mismo día (y ello tampoco es fruto de la casualidad), Henry Kissinger, conocido por haber obrado a favor del acercamiento entre los Estados Unidos y la República Popular China, se encontraba en Beijing, siendo recibido por el presidente actual Xi Jinping. Por lo tanto hay una convergencia de señales muy interesante, que demuestra que el futuro presidente de los Estados Unidos ya no va a tener escrúpulos con una cierta costumbre que había las relaciones bilaterales sino-estadounidenses, heredadas de la administración Nixon (es decir desde hace 37 años).


No creo, sin embargo, que los Estados Unidos vayan a cuestionar la política de "Una sola China" (es decir, el reconocimiento de Beijing con la exclusión de Taiwán). Aunque es cierto que las relaciones de los Estados Unidos con China son bastante ambivalentes, porque a pesar del establecimiento de relaciones entre Beijing y Washington, los Estados Unidos se las han ingeniado para promulgar en 1979 el Taiwan Relations Act, que permite al Congreso intervenir en el caso de que Taiwán sea atacada (entiéndase por la China comunista), permitiendo así a los Estados Unidos financiar y armar a Taiwán, aliado objetivo de los Estados Unidos en la zona del Mar de China.

De la noche a la mañana, Trump ha levantado un tabú. Algunas horas después de hacer pública la conversación con la presidenta taiwanesa, las críticas evidentemente llovieron de todas partes, pero Trump añadió leña al fuego publicando en Twitter un mensaje donde venía a decir: "¿Por qué no tendríamos derecho a ser felicitados por la presidenta de Taiwán, ese país al que los Estados Unidos envía armas y cuyo programa de armamento financia?". Con estas palabras Trump ponía sobre la mesa la ambigüedad de las relaciones tripartitas Taipéi-Washington-Beijing, metiendo el dedo en la llaga.


Ante estas declaraciones, el ministro de Asuntos Extranjeros de China Wang Yi quiso relativizar el peso de las palabras de Trump, aunque no pudo disimular su exasperación ante una situación radicalmente nueva, que ponía a la administración china ante un hecho consumado. Al mismo tiempo, Wang Yi recordaba que sólo existe una China y que la relación exclusiva entre Washington y Beijing no podía ser puesta en tela de juicio.

¿Cómo ha sido recibida la decisión de Trump en los Estados Unidos? En el lado demócrata, se ha venido a decir que Trump era una nulidad que no sabía nada de las relaciones internacionales, y que aquello era un hecho revelador de su condición de amateur. En el lado republicano, aunque la decisión de Trump no sea apoyada de forma unánime, había en cambio análisis muy interesantes, en particular el de John Bolton, que ha sido durante mucho tiempo embajador estadounidense ante la ONU. Bolton recordó que jugar hoy la carta de Taiwán es un poco como lo que había hecho Nixon jugando la carta de China contra la Unión Soviética.

La reacción de John Bolton tuvo cierta importancia en los días siguientes a la declaración de Trump, porque se barajaba la posibilidad de que precisamente él quien fuera el futuro embajador ante la ONU de la administración Trump. Pero no fue así, sino que fue Terry Bransted el designado para ocupar este importante puesto. Bransted es republicano, pero un republicano particular: se trata de un hombre de negocios (cosa importante porque el aspecto económico es del todo esencial en las relaciones bilaterales), pero no se trata sólo de eso. Bransted conoce personalmente a Xi Jinping, de hecho se conocen desde 1985, cuando Bransted era gobernador de Iowa Se trata por lo tanto de una decisión más bien inteligente por parte de Trump.


Como decía, el Ministro de Asuntos Extranjeros Wang Yi reaccionó de manera moderada pero firme, y algunos días después, para dar peso a los argumentos chinos, Beijing decidió enviar a su flota (con el Liaoning, el único portaaviones del que dispone hasta ahora) hacia el Pacífico, cruzando el estrecho de Taiwán. Flota que además estuvo muy estrechamente vigilada, no solamente por la aviación taiwanesa sino también por la japonesa (enviando sus informaciones a sus aliados estadounidenses). Era una forma de dar un golpe en la mesa, poniéndole algunos límites a la administración estadounidense.

Y lo que era más importante y revelador de la tensión entre los Estados Unidos y China, es que el pasado 26 de diciembre, es decir 24 días después la declaración de Trump, Taiwán sufrió una bofetada diplomática. Taiwán goza de muy poco reconocimiento diplomático en el mundo: nada más que unos micro-Estados en la zona Pacífico, en el mar Caribe y en África. Y entre estos Estados africanos aún quedaba Santo Tomé y Príncipe, un país de habla portuguesa que sólo reconocía una China legal, es decir Taiwán. Y por casualidad, el 26 de diciembre, aprendimos que Santo Tomé y Príncipe se cambiaba de chaqueta y reconocía a la República Popular China.

Emplazamiento de Santo Tomé y Príncipe

¿Cómo explicar este giro de 180 grados? Hay evidentemente en ello una relación de causa a efecto, pero si se mira de más cerca, observamos que están en juego intereses petrolíferos y estratégicos bastante considerables. Se trata por lo tanto de una derrota diplomática para el aliado de los Estados Unidos en la región, y existe un nexo evidente entre el "efecto Trump" y esta decisión, que aunque parezca marginal, es del todo reveladora.

Tampoco hay que olvidar que del lado taiwanés, aunque se haya hecho lo posible para que la conversación teléfonica entre Donald Trump y Tsai Ing-wen sea conocida del gran público, no está claro que Tsai Ing-wen y su equipo estén muy contentos al ser utilizados como moneda de cambio. Pero al mismo tiempo debemos recordar la situación bastante preocupante de Taiwán. En primer lugar, Taiwán está bastante aislada en el plano diplomático. Desde la política iniciada por el predecesor de Tsai Ing-wen, Ma Ying-jeou, se está en una lógica de acercamiento económico, por no decir de absorción económica de Taiwán por parte de la China continental, y ello es bastante catastrófico para la economía de Taiwán: el 12% de los jóvenes taiwaneses en edad de trabajar están en el paro. Es algo nunca visto. Los resultados de la economía taiwanesa están por los suelos, con una tasa de crecimiento que se aproxima al de Francia (es decir, cerca del 1%), lo cual es gravísimo para el futuro de la isla. Por todo ello, de alguna manera Tsai Ing-wen está jugando una partida de póker, aproximándose de manera muy audaz hacia los Estados Unidos y su nueva administración, lo cual es una manera algo desesperada de romper su aislamiento en el plano económico y recuperar oxígeno.

Para concluir, también es una manera para Donald Trump (y ahí vemos que no es el personaje histriónico que a veces quiere aparentar), de hacerle saber a los dirigentes chinos que la agenda estadounidense será decidida por los estadounidenses, y de ninguna manera por los chinos. Pienso que, objetivamente, se trata de una decisión "soberanista".

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